El “motivo central” de la dimisión de Joseph Ratzinger no fue otro que el insomnio, según una carta escrita por el Papa emérito a su biógrafo, Peter Seewald, y que publica en su último número la revista «Focus». Según la misiva, las “fuertes medicinas” prescritas por su médico personal, y que funcionaron al principio, garantizando según Ratzinger su “disponibilidad” como Papa, pero, “pronto alcanzaron sus límites”, progresivamente, incapaces de “garantizar” el ejercicio de su misión como Pontífice.
El hecho que marcó la decisión final de Ratzinger fue un accidente que sufrió durante su viaje a México y Cuba en marzo de 2012, debido a una caída de la cual no recordaba nada. “Debí haberme tropezado con algo en el baño, y me caí”, escribió el Papa, quien confesó que un cirujano consiguió coserle la herida que se había realizado.
Tras el accidente, su nuevo médico personal le instó a reducir el número de somníferos, así como a aparecer en público únicamente por las mañanas durante sus viajes, y así evitar riesgos. “Esas restricciones solo podían aplicarse durante un breve período de tiempo”. Es entonces, que su renuncia fuera preparada con una antelación de casi un año.
En la carta a Seewald, Benedicto XVI subrayaba que también él había tomado la decisión de dimitir tras una “reflexión sobria y meditada”. En ese momento, ya no podía ejercer el cargo adecuadamente, a partir del 28 de febrero de 2013 y el resto de la historia, ya la conocemos hasta hoy en día.